El estadio Orlando Losada Buendía: ¿Promesa deportiva o elefante blanco en potencia?

Por: Anyely Vanessa Durán

 Estadio de fútbol

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En un acto cargado de entusiasmo y promesas, la Ministra del Deporte, Luz Cristina López; el gobernador del Huila, Rodrigo Villalba y el alcalde de Garzón, Francisco Calderón, firmaron en Bogotá el convenio que da luz verde a la segunda fase de construcción del estadio Orlando Losada Buendía. Con una inversión de $21.496 millones, esta obra pretende transformar a Garzón en un centro deportivo de referencia en el Huila. Sin embargo, los ecos de proyectos fallidos y la sombra del Estadio Guillermo Plazas Alcid de Neiva, un colosal elefante blanco que costó vidas y recursos, generan un escepticismo difícil de ignorar. 

El proyecto busca dotar a Garzón de un estadio multifuncional para más de 12.000 personas, con mejoras en graderías, camerinos, sistemas eléctricos e hidráulicos, además de un diseño supuestamente ambientalmente sostenible. Pero ¿será esta vez diferente? Las cifras millonarias y los discursos oficiales no han evitado que los huilenses recuerden el fiasco del Estadio Guillermo Plazas Alcid, una obra inconclusa que tras el abandono estatal simboliza el fracaso en la planeación, la mala ejecución de megaproyectos en Colombia y la infinita corrupción en este tipo de proyectos. Aquí es importante cuestionarse, ¿es más importante empezar un nuevo proyecto desde cero a terminar uno que empezó, logró arrebatar muchas vidas y brindar nulas garantías de infraestructura?

En este caso, los recursos provienen de una alianza compartida, el Ministerio del Deporte aporta $13.496 millones, la Gobernación del Huila contribuye con $5.000 millones y la Alcaldía de Garzón suma $3.000 millones. A simple vista, un esquema sólido. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que el problema no radica solo en la financiación inicial, sino en los retrasos, sobrecostos y la corrupción que suelen manchar este tipo de obras públicas. 
¡Es oficial! estadio de fútbol para Garzón una realidad

Los funcionarios aseguran que este estadio será más que un espacio deportivo, será un centro de encuentro cultural, recreativo y turístico que impulsará la economía local. No obstante, en un departamento con carencias críticas en salud, educación y empleo, muchos se preguntan ¿qué tan prioritario es este gasto en un departamento con tantas necesidades sociales? Si bien la infraestructura deportiva es importante, la ciudadanía merece respuestas claras sobre cómo esta inversión beneficiará a las comunidades más vulnerables, más aún, ¿qué garantías existen de que no se convierta en otra obra abandonada? El caso del estadio de Neiva dejó una lección amarga: los megaproyectos que no contemplan un plan de sostenibilidad a largo plazo terminan siendo más un lastre que un beneficio. Las fallas administrativas y los intereses políticos han hecho que muchas de estas infraestructuras se queden a medio camino, frustrando las expectativas de las comunidades y robando sus recursos. 

El estadio Orlando Losada Buendía tiene el potencial de convertirse en un ícono para el deporte huilense, pero también en un recordatorio de que no siempre lo que brilla es oro. Por ahora, los habitantes de Garzón esperan con expectativa que las promesas se traduzcan en realidad y no en otro elefante blanco que engorde las estadísticas de obras inconclusas en Colombia. El reto para las autoridades no es solo construir, sino demostrar que esta vez las palabras se transformarán en acciones concretas y que los recursos públicos no serán derrochados en otra ilusión inconclusa.

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